Momentos
con Argenis
Por:
Francisco Rodríguez
Los
relatos de familia comentan cuando Javier y Clara (nuestros padres) se fugaban
de las miradas para internarse cerca de las vacas, para que la pasión se
enredara con el olor de la bosta y el mastranto. Una de esas noches el silencio
del pueblo y el vacío de la noche se rompió y el éxtasis del placer de Clara se
le alumbro el vientre, con relámpagos, truenos y centellas, originándose un
huracán perfecto. El ruido ensordecedor despertó algunas casas cercanas y entre
los gritos de “¿Qué pasa? ¿Quién está ahí?”. Los amantes salen corriendo con
sus sonrisas juveniles, de aquel potrero que se convirtió en testigo y
cómplice, de una travesura del amor que habían engendrado a un varón hecho de
tierra, fuego y locura.
Un
27 de noviembre nace Argenis Rodríguez en Santa María de Ipire. Las campanas de
la iglesia no sonaron, pero una rocola de un bar cercano se estremecía con el
olor a alcohol y con gritos de prostitutas: la canción decía “ha nacido un niño
entre borrachos y mujeres alegres…”.
Argenis
alargo sus primeros pasos en Santa María de Ipire, con sus calles polvorientas
y techos sofocantes por el sol. Calles largas y solas, bostezando el tedio. Una
terrible tranquilidad que la quebrantaba un borracho y el día a día de las
vacas, que eran espantadas por el ladrido de los perros que las desafiaban.
Mamá
era el motor que encendía el carácter y la fuerza del cambio. Decide mudarse a
las Mercedes del Llano y compran una casa en la avenida Bolívar. Fundan una
pensión, bodega y talabartería. Se ubican para luchar entre el progreso del
petróleo y el comercio. Traían en sus alforjas otros hermanos: Alirio, Adolfo,
Idilia y José. En las Mercedes nacen Milagros, Felipe y Teresita.
La
situación económica cambia con la desaparición del petróleo, que origino una
fantasía.
Mamá
desesperada, agarra sus peroles y se muda para San Juan de los Morros, papá se
resiste a dejar las tres latas, unas manos de cambur y su talabartería. Argenis
olfateo el hambre y se fue hacia Altagracia de Orituco, donde conoció al poeta
Jesús Bandrés, cuando se alisto en la construcción de la carretera a Lezama.
Bandrés le pregunto que había leído y él le respondió que unos vendedores
ambulantes le regalaron una novela de Vargas Vila, y unos obreros petroleros le
habían regalado unas revistas pornográficas, que las veía todos los días en el
patio de la casa por las noches. Bandrés soltó unas carcajadas y se limpio los
ojos. Luego le pregunto, ¿Qué quieres hacer tú?, y Argenis respondió: “Quiero
ser poeta”. Esta respuesta le bendijo su futuro. A partir de ese momento se
encontró el libro de las “Leyendas de Caroní” de Celestino Peraza. También leyó
obras de Víctor Hugo, de Goethe, Don Quijote, entre otras.
A
principio de los años 50 se fue a Caracas, dormía en un carro viejo, que estaba
abandonado cerca de un autolavado donde trabajaba, que le permitía comer algo y
comprar libros, y fue conociendo a autores como Chejov, Foulkne, Baroja,
Dostoievski, Toltoi, y Azorin. Logro emplearse en la librería Pensamiento Vivo.
Se hizo militante de la juventud comunista y empezó sus andanzas como
guerrillero urbano.
Yo
nací el 13 de septiembre de 1952, y en noviembre se aparece por la casa, oye
mis lloriqueos y exclama: “otra boca que alimentar, ¡Nojoda!”. Me envolvió
entre las sabanas y me tira en el pipote de la basura. Mi mamá no me
encontraba, y el obrero del aseo me regresa. Argenis al día siguiente regresa a
Caracas y dice: “Yo no voy a mantener a nadie, nací para que me alimenten los
demás”.
En
este trajinar, Argenis se convierte en uno de los hombres más culto del país.
La biblioteca de Pedro Díaz Seijas, José Francisco Torrealba, Antonio Márquez
Salas, Guillermo Meneses, Ramón J. Velásquez, Arturo Uslar Pietri y Mariano
Picón Salas fueron expropiadas por su gula intelectual.
Estuvo
en España y se residencio en la casa de Camilo José Cela. En 1967 emigro a
Bruselas, estudia ingles, francés e italiano. Se dedico a leer las grandes
obras francesas. Lee “Los endemoniados de Dostoievski”, a Camus, Sartre,
Balzac, y Víctor Hugo.
Regresa
a Venezuela. Lo que si hay que destacar que las obras de los románticos
alemanes, lo afectaron de sobremanera, que el tornado espiritual lo atormentaba
por sobrevivir en una sociedad que consideraba pobre, mentalmente débil ante la
corrupción del poder. Siempre fue un anti-poder, eso sí, se los chuleaba a
todos y los descuartizaba con la palabra después. Lo adiaban por su verdad, por
ser duro, áspero e irreverente.
Recuerdo
algunos momentos que me marcaron con Argenis.
En
mi primer divorcio, fui a Caracas y le conté mi guayabo. Me dijo: “Aprovecha
que te están dejando, yo me las quito a sombrerazo limpio, ellas lo que quieren
es que las mantengan”. Después me fui a rumbear la vida.
Una
noche lo recogí en la plaza José Francisco Torrealba. Estaba abrazado en el
suelo con una vikinga. Lo lleve a la casa, lo bañe y lo tire en una colchoneta.
Gritaba frases en inglés, en francés, o en italiano. Al amanecer me reclamo
“porque me trajiste a tu casa. Estaba con una carajita en el suelo, viendo el
cielo y le metía los dedos. ¡Coño mano y me bañaste, me sentía bien como
estaba!”. Le dije: “toma café y desayuna”. Se fue sobre mí y me abrazo
diciéndome: “Tú si eres bueno, menos mal que el aseo no te llevo”.
Mira
Frank, no quiero que te parezcas a mí, es mejor que tu guía sea Adolfo. Tú no
tomas y no te gustan las putas de la calle. Te pareces a mi papá criando
muchachos.
Yo
no quiero que me hagan homenajes, ni que pongan mi nombre en bibliotecas, ni en
escuelas. Quiero que pongan mi nombre en bares y prostíbulos.
Si
se arrechan los corruptos por lo que escribo, que me vengan a matar, por lo
menos me llevo unos cuantos por delante.
Si
quieres aprender a escribir, léeme.
Tengo
un pantalón, una camisa, unas alpargatas y más de 40 libros escritos, que más
quiero.
Frank
todo es un holocausto mental y huele a mierda.
Soy
el chulo más grande de Venezuela.
Envidio
a Garmendia por su inteligencia.
Nunca
quise estudiar… eso es cuestión de brutos.
¿Argenis
tú crees en Dios?
Si…
a la semana se suicido.
Argenis
fue:
Una
tormenta perfecta.
Un
borracho perfecto.
Un
aventurero perfecto.
Un
lector perfecto.
Un
loco perfecto.
Un
mujeriego perfecto.
Un
irreverente perfecto.
Un
enemigo perfecto.
Un
hermano perfecto.
Un
sin familia perfecto.
Un
solitario perfecto.
Un
vago perfecto.
Un
narrador perfecto.
Un
genio perfecto.
“Toda
esa impaciencia, esa tormenta que agita mi vida espera ¿Por qué? ¿Para qué?
Todo eso me iba matando, torturándome, quitándome años de vida, golpeándome el
pecho. Nunca he podido dominarme. Nada me domestico. El suicidio es la salida”.
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